lunes, 28 de junio de 2010

CARVER







Libros Publicados:

Ficción

  • Will You Please Be Quiet, Please? (¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?)(1976)
  • What We Talk About When We Talk About Love (De qué hablamos cuando hablamos de amor)(1981)
  • Cathedral (Catedral)(1983)
  • Elephant (1988)

Poesía

  • Near Klamath (1968)
  • Winter Insomnia (1970)
  • At Night The Salmon Move (1976)
  • Where Water Comes Together with Other Water (1985)
  • Ultramarine (1986)
  • A New Path to the Waterfall (1989)

Compilaciones

  • Fires: Essays, Poems, Stories (1983)
  • Where I'm Calling From: New and Selected Stories (1988)
  • No Heroics, Please:Uncollected writings (1991) (Sin heroísmos, por favor)
  • Short Cuts: Selected Stories (1993)
  • All of Us: The Collected Poems (1996)
  • Call if you Need Me (2000) (Si me necesitas, llámame)

Hijo

Esta mañana me despertó una voz
que regresaba desde mi infancia.
La voz dice: ‘‘despertate’’,
y yo salto de la cama.
Es extraño, toda la noche, en mis sueños
yo busqué ‘ese’ bendito lugar
donde mi madre pueda vivir y ser feliz.
‘‘Si querés que enloquezca,
está bien, si ése no es tu deseo,
por favor sacame de acá’’, repetía la voz.
Me reconozco único culpable.
Yo la mudé a esta ciudad que odia.
Yo alquilé la casa que odia, rodeada
de vecinos que odia, llena de muebles
que odia.
‘‘¿Por qué no me diste la plata para que yo la gastara?’’
‘‘Quiero volver a California, ¡ahora!’’, grita la voz.
‘‘Voy a morir si me quedo’’. ‘‘¿Vos querés que muera?’’
gime la voz.

Esta mañana en el mundo,
no existen respuestas a esta pregunta
ni a ninguna otra.
Suena el teléfono y suena, no deja de sonar.
No me acerco al aparato, tengo miedo de oír una vez más,
la pronunciación de mi nombre.
El mismo nombre que mi padre escuchó durante 53 años.
Antes de abandonarnos en busca de su recompensa.
Murió después de decir: ‘‘llevá estas cosas a la cocina, hijo’’.
La palabra hijo emitida desde sus labios,
tembló en el aire para que todos la oyeran.


La lapicera

La lapicera que no faltaba a la verdad,
por todas sus preocupaciones
terminó dentro del lavarropas.
Salió una hora más tarde y la tiraron
al secarropas junto con un par de ‘jeans’ viejos
y una camisa a cuadros.
Los días pasaron y ella permaneció
recostada tranquilamente sobre el escritorio
que estaba frente a la ventana.
Ella pensaba que estaba totalmente agotada.
Sin convicciones. Sin voluntad.
Una mañana, poco antes del amanecer,
recuperó antiguas fuerzas
y escribió:
‘‘Los campos húmedos duermen
bañados por la luz de la luna’’.
Después de este esfuerzo
se quedó muy quieta,
nuevamente vacía, su utilidad
terminada.

Él la sacudió,
la golpeó sobre la tapa del escritorio.
La dejó a un lado.
Abandonó las pretensiones de hacerla trabajar
o casi todas.
Sin embargo
ella realizó un nuevo esfuerzo,
apeló a sus últimas reservas.
Esto es lo que escribió:
‘‘Un viento suave, y más allá del ventanal
los árboles flotan en el dorado aire de la mañana’’.

Él trató de hacerla escribir algo más,
pero eso fue todo. La lapicera
dejó de escribir, definitivamente.
Él la puso con otras cosas inservibles
en el incinerador.
El tiempo transcurrió, días o meses,
y fue otra lapicera
una que todavía no había demostrado nada
la que con facilidad escribió:
‘‘La oscuridad se posa en las ramas.
Quedate muy quieto, no salgas de la casa,
quedate muy quieto...’’


3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. de los nervios elimene lo que quise decirte...

    me gustan los libros fijos, casi tanto como tu mirada
    apuntando como una 32 corta;
    tengo unos libros que rompo para que hagas lo tuyo

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  3. !!! como sería un libro fijo? rompa que yo creo de las miserias, todas son abrazadas. nos vemos? besos y gracias

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